Crónica urbana: Antímano a medias

Sábado, 18 de mayo 2019

La Guzmania vista desde el bulevar Sucre | Imagen: LuisRa Bergolla | @las_itacas

A finales del siglo XIX, Antímano, una de las 22 parroquias de Caracas, vive una transformación: pasa de ser un cruce de arrieros a convertirse en el lugar de descanso de los presidentes venezolanos. Antes conocida como la «pequeña Versalles» cada esquina de Antímano cuenta una historia, una que en este trayecto llega hasta la mitad. Esta crónica realizada en alianza entre [CCSen365] e Historias que laten refleja la experiencia del recorrido urbano [Por los rieles de Antímano].  

Recorrido Urbano [Por los rieles de Antímano], experiencia de ciudad diseñada por #CCSen365 | Hashtag oficial: #REconciliandoCCSsinMiedo3

«Antímano es pequeña», dice Gustavo Valdez —un hombre canoso, de piel tostada— en la entrada de la estación Mamera del Metro de Caracas. Es un sábado soleado: 18 de mayo por la mañana. Junto a su nieto, cuenta que acumula más de 50 años como vecino de la parroquia. «Antímano va desde la iglesia hasta el Metro. Lo que la hace ver grande es la población en los cerros».

Los cerros coloridos son los primeros en ser fotografiados por un grupo de voluntarios y participantes mientras se alistan —justo detrás del señor Gustavo— para visitar lugares emblemáticos de la zona durante el recorrido «Por los rieles de Antímano».

«Esta es una actividad de reinterpretación patrimonial de Caracas para resemantizar la ciudad y abrir un proceso de reconciliación y reconstrucción de su memoria urbana. Esta es nuestra herencia», explica LuisRa Bergolla, principal impulsor de [CCSen365] organizador del recorrido. «La clave está en actuar como una manada urbana. Hasta ahora, nunca nos ha pasado nada».

Hasta ahora.

Voluntarios de CCSen365 esperando por el inicio del recorrido | Imagen: Gonzalo Graner | @ggraner

[Antímano y el poder]

Las pequeñas montañas llenas de casas de ladrillos y tonos pasteles frente al Metro también sirven de fondo a La Guzmania, la primera parada. Es una casona pintada de verde, rosado y amarillo. Hoy a cargo de la Fundación para la Protección y Defensa del Patrimonio Cultural de Caracas [Fundapatrimonio], pero utilizada como sala comunal y de eventos rodeada por dos canchas. La Guzmania fue una de las casas del presidente venezolano Antonio Guzmán Blanco, quien decidió en 1880 establecer allí su lugar de veraneo.

Guzmán Blanco, inspirado por la Francia del siglo XIX, transforma Antímano —un rincón verde, fresco, por donde pasaba el entonces cristalino río Guaire— de un camino de arrieros entre Caracas y Los Teques a una zona aristocrática. Durante su plan para mejorar el perfil de la capital, Antímano se populariza como la «pequeña Versalles».

La construcción de la casa, escenario de muchas reuniones de gobierno a finales del siglo XIX, influenció a otras figuras a establecer ahí sus residencias de descanso, entre ellas el presidente Juan Pablo Rojas Paúl (1888-1890) y el general Manuel Antonio Matos, quien dio la idea para acuñar el Bolívar como moneda nacional.

«La Guzmania tiene dos niveles: sótano y un nivel superior. Sus jardines se extendían hasta las riberas del Guaire», relata LuisRa. Los participantes sacan sus cámaras y fotografían la casona: sus accesos sin puertas, sus pisos de madera, sus ventanas, sus paredes con rayones y escrituras. Mientras se adentran en ella para redescubrirla, dos hombres estacionan su moto junto a un árbol al frente de la casa.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué están haciendo? —dice el conductor de la moto al apagarla.

—Estamos conociendo la casa —responde uno de los fotógrafos.

—No tenemos información de esto. ¿Quién está a cargo aquí? Búsquenmelo.

En La Guzmania, algunos niños de Antímano posan para los fotógrafos. Afuera, una participante se acerca a los hombres de la moto: uno de chaqueta azul oscura y el parrillero con una guayabera azul clara.

—¿Y ustedes son del consejo comunal, de la policía comunal?

—No. Nosotros somos los colectivos.

Llegan los encargados, pero no hay explicación que funcione. No basta decir que se cuenta con la aprobación de Fundapatrimonio desde hace días. Expresar que se intenta rescatar la memoria local y recuperar la historia del icónico recinto tampoco es suficiente para convencer a los motorizados. Hay que salir de allí. Y rápido.

[La plaza y sus calles]

Guardando cámaras y apurando el paso, el recorrido continúa hasta la plaza Bolívar, antigua plaza La Alameda. Allí se une como guía José ‘Cheo’ Adrián, vecino, profesor y hermano de Antonio Adrián, quien fuera cronista de Antímano.

José "Cheo" Adrian dando su cápsula histórica desde la Plaza Bolívar de Antímano | Imagen: @ggraner

«Con la celebración del centenario del Libertador (1883), se inaugura la plaza La Alameda. Pero no solo eso: toda la estructura propia de Antímano fue construida en ese momento. Antes solo era un camino en la vía a Los Teques», dice frente al busto de Simón Bolívar.

Otras de las obras realizadas en la época del ‘guzmancismo’ son la Calle Del Medio (antigua calle La Alameda), la Calle Real, la Calle de Atrás y siete calles de norte a sur.

«Antímano, si no es la mejor parroquia estructuralmente hablando, que alguien me diga lo contrario. Para mí es la más bella», expresa Cheo, captando la atención de algunos vecinos.

[Corridos del recorrido]

El trayecto sigue hacia la Calle Del Medio, llena de casas pintorescas. Una señora sonríe mientras pasea a su perro. Esta vía empalma con La Estación, calle que debe su nombre a la ubicación de la estación del Gran Ferrocarril de Venezuela, llamado también Ferrocarril Alemán. Contaba con 21 estaciones y cubría la ruta Caracas-Valencia entre 1894 y 1966.

En la calle La Estación aún permanece la casa del presidente Juan Pablo Rojas Paúl. Hoy con paredes verdes, ventanas de madera y un garaje, perteneció a su familia hasta que fue vendida a los Moleiro.

El propietario actual espera a los participantes en la entrada. Pero todo se detiene. La misma moto que llegó a La Guzmania aparece, con sus mismos ocupantes.

—Se van todos. No pueden estar aquí.

—Pero…

—Y al que nos tome fotos le quitamos cámara y celular.

Esta vez traen refuerzos. Otros colectivos se suman. «Tenemos cuatro generaciones aquí. Mi abuelo fue el comprador. Esta mata de mango que está aquí al lado tiene unos 90 años», es lo único que alcanza a explicar Marcos Moleiro, el dueño.

Mujeres —unas en bata, otras en jeans y franelas— reclaman. Se identifican como líderes vecinales. Gritan que no sabían nada y que no van a «permitir que formen guarimbas en Antímano».

—Estamos conociendo la historia de la parroquia —explica un participante.

—No. Ustedes están haciendo política. La historia es política. Ustedes vienen y después publican lo feo y lo malo.

—Solo estamos conociendo. Y hablamos con Fundapatrimonio.

—Eso no importa. Aquí hay un partido, aquí hay organización. Aquí todo tiene que pasar por el Partido Socialista Unido de Venezuela. No podemos permitir que esta, que es la parroquia más chavista, cambie. Si quieren venir, tienen que hablar con nosotros.

El ambiente se tensa. Los colectivos muestran sus pistolas. Todos se miran. La señal es clara: los participantes son corridos del recorrido. Antímano evidencia que, aunque ya no es una zona presidencial, aún existen maneras de ejercer el poder desde ella. La parroquia recuerda que las ciudades, por más vínculos que tengan con el pasado, no escapan a su contexto actual, a esa historia que se escribe en el presente.

Mujeres y colectivos —ahora en cinco motos— «escoltan» a los participantes por la Calle Real, llena de comercios, ensanchada hasta convertirse en un boulevard por el cual transitan carros. Todos se detienen frente a la Iglesia Nuestra Señora del Rosario [1880] y su Cristo Pedestre —el Sagrado Corazón de Jesús, erigido en 1933 y atribuido al escultor Lorenzo González, según Teresa Da Silva, profesora y vecina de la zona— para negociar dos autobuses que trasladen a todos, anticipadamente, hasta el último punto del recorrido: la Universidad Católica Andrés Bello [UCAB].

Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Antímano diseñada por Augusto Lutowski, 1880 | Imagen: @ggraner

La iglesia (diseñada por el ingeniero polaco Augusto Lutowski, inspirado por la iglesia La Magdalena de París), las ruinas de la estación del Gran Ferrocarril de Venezuela, la Escuela Andrés Bello (antigua casa de la familia Malaussena) y la sede de la antigua Fosforera Nacional son los puntos saltados, los puntos pendientes.

Tal como estaba planificado, periodistas de El BusTV, medio que reporta noticias en las rutas de transporte de la comunidad desde hace más de un año, leen las informaciones más resaltantes del día hasta llegar a la estación del Metro Antímano, tomar la pasarela, conectar con la parada final y reflexionar.

«Casi todas las noticias que salen de Antímano son malas. Queríamos ayudar a que Antímano no fuera solamente eso», dice LuisRa.

Pero Antímano no es solo colectivos. Antímano es sus vendedores en la Calle Real. Es Oscar D’León. Es su gente reunida en la plaza Bolívar. Es la señora que sonríe en bata mientras pasea a su perro. Es el señor Gustavo destacando el movimiento comercial, la organización de la comunidad y la calidez de las personas como lo que más le gusta de su parroquia.

[El cierre planificado]

Antímano es también ese nexo que sostiene con la UCAB. «La universidad tiene una vinculación con la comunidad y con el compromiso social como norte», explica Adle Hernández, directora de Proyección y Relaciones comunitarias de la UCAB.

En la universidad están los arquitectos Francisco Pimentel (Premio Nacional de Arquitectura) y Oscar Capiello, responsables del edificio Cincuentenario y de la ampliación de la Biblioteca, ahora transformada en el Centro Cultural Padre Carlos Guillermo Plaza, reinaugurado en 2013.

«El edificio Cincuentenario fue construido con motivo de los 50 años de la UCAB. Nos llamaron a un concurso y tuvimos que reestructurar la idea primigenia del plan maestro. Nos sentamos a pensar cuáles serían hoy las directrices de ese plan. Y nuestra propuesta se concretó», señala Pimentel. Para él, ver el Cincuentenario le genera una gran alegría: el uso que le dan los estudiantes y los profesores es la mejor respuesta a su trabajo.

Todos hablan desde la Biblioteca y Centro Cultural, un espacio luminoso, con grandes ventanales, puentes livianos, esculturas, salas de exposición, lugares de estudio y servicios.

«Tenía 3 mil metros cuadrados y nosotros queríamos alrededor de 12 mil metros adicionales de servicios. Como una sola unidad de diseño se creó una estructura que integrara las nuevas necesidades. No tumbamos el edificio viejo, sino que buscamos reciclarlo», dice Pimentel.

El Centro supera la idea tradicional de biblioteca. «Mezcla arte, cultura y aprendizaje, y Antímano está visitando la universidad», indica Mabel Calderín, directora del Centro Cultural.

Los participantes conocen los pasillos y los pisos del Centro. Mientras, Oscar Capiello relata la historia: la idea era la unión de los espacios usando puentes metálicos, envolviendo así lo nuevo y lo existente.

Los arquitectos Pimentel y Capiello explicando a los participantes de [CCSen365] su diseño para el Centro Cultural de la UCAB | Imagen: @ggraner

El recorrido llega hasta el Espacio Sofía Ímber en el Centro Cultural, un ejemplo de la integración de biblioteca con sala expositiva, lugar que sirve para las últimas reflexiones grupales.

«La ciudad es de todos. Los espacios públicos no son de nadie en particular, son parte de nuestra historia», dice Capiello. «Hoy nos pusieron un límite, pero mañana seguiremos», añade LuisRa.

La historia de Antímano queda inconclusa. «Debe venir la revancha», expresa un participante. Entre todos persiste el deseo de volver. Y aún falta mucho por recorrer.

Foto Grupal Centro Cultural de la UCAB | Imagen: @fotosconporte
Esta crónica fue realizada en alianza entre [CCSen365] e Historias que laten y refleja la experiencia del recorrido urbano [Por los rieles de Antímano].  
Autores:

Mariana

Crónista Urbano

Gonzalo

Fotógrafo Urbano

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2 comentarios en “Crónica urbana: Antímano a medias”

  1. Hola: Mi nombre es Jesús Tortoza Acevedo de 79 años. Nací en la Calle del Medio de Antímano, en la casa que ocupaba la «Electricidad de Caracas». Allí en cesa murió mi padre Augusto Ramón Tortosa el 22 de febrero de 1945, siendo el Administrador de la empresa eléctrica. No sé si existe esa casa todavía. Soy entrenador de caballos retirado, que gané el «Simón Bolívar» en La Rinconada en 1989, como entrenador y co propietario. Actualmente me dedico a escribir historias novelas y ya he publicado más de 60 libros por intermedio de http://www.autoreseditores.com Entre ellas «Bolívar el alma de América», única biografía novelada de nuestro inmortal Libertador. He estado tentado a ir a Caracas para conocer la casa donde nací y tomarme una foto allí; pero viendo un reportaje donde los colectivos restringen el derecho de los venezolanos a visitar Antímano, me siento bastante decepcionado de este oscurantismo en pleno siglo XXI. ¡Por eso estamos como estamos..! Feliz tarde.

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