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Sábado, 19 de marzo 2022.

“Hay gente de la zona practicando yoga, grupos de Boy Scouts, niños practicando artes marciales, parejas de enamorados, policías, obreros trabajando…y nosotros, tomando fotos a diestra y siniestra, fascinados. El espacio está vivo”.

Recorrido Urbano [Los Secretos de Caño Amarillo], experiencia de ciudad diseñada por #CCSen365 y Rodrigo Capriles| Hashtag oficial: #CCSen365LosSecretos

98 escalones

Cuando vi en Instagram el anuncio del recorrido [Los Secretos de Caño Amarillo] y su fecha, pensé: ¿Visitar El Calvario el día de San José? Pues, dicho así pudiese parecer una actividad religiosa convencional, pero no… aunque en mi caso sí religiosa, como culto a la historia, al patrimonio, a la ciudad, a nuestra ciudad capital: Caracas.

Personalmente, este paseo resolvía una deuda con mi curiosidad caraqueña y familiar. Visitar El Calvario y el Arco de la Federación era una tarea pendiente. Desde niño escuché historias de antepasados y sus dominicales paseos por esos espacios; ni hablar de tantos reportajes gráficos sobre la Villa Santa Inés en Caño Amarillo, pero mi dinámica personal, los tiempos modernos y los prejuicios postergaron ese encuentro.

Muchas veces he pasado de lejos y veía esa escalinata (con 98 escalones según me informaron) como una barrera imposible de superar, impidiéndome disfrutar de un mundo bucólico de finales del siglo XIX. De ese tiempo afrancesado del general Antonio Guzmán Blanco. ¿Las subo? Algún día. ¡Y llegó el día!

Y llegó el día

Ese sábado 19 de marzo una treintena de curiosos ciudadanos, bajo la guía de LuisRa Bergolla acompañado por Rodrigo Capriles, partimos con mente abierta desde La Castellana en plan de excursión y dispuestos a conocer los hermosos misterios de esa zona del centro de Caracas.

En poco menos de 30 minutos estábamos al pie de las escalinatas de El Calvario, cuya estética particular no es muy seductora para el ascenso, pero lentamente y sin pausa aun los participantes más adultos la remontaron venciendo sus propias predicciones. Y tras lograr llegar a la cima, el esperado momento de disfrutar la metrópoli en panorámicas de 180 grados se hizo realidad. Desde allí supe que había valido la pena.

“Muchas veces he pasado de lejos y veía esa escalinata (con 98 escalones según me informaron) como una barrera imposible de superar, impidiéndome disfrutar de un mundo bucólico de finales del siglo XIX”.

Si bien es cierto que la historia está presente en todas partes, hay sitios que por su estética o energía nos transmiten esa memoria urbana y mucho más (hay que ser honestos), si los guías del recorrido te van dando referencias valiosísimas para entenderlos. En este caso, El Calvario como espacio público en la Caracas del “Ilustre Americano” se transformó de una árida colina a hermoso remanso de jardines y fuentes. Fue el mismo Calvario que Joaquín Crespo utilizó como marco ideal para levantar plazas y monumentos; El Calvario que Juan Vicente Gómez integró a la naciente vialidad de la próspera sociedad capitalina.

La actividad nos lleva por caminerías y escaleras, llenas de balaustradas y ánforas de claro estilo neobarroco. Independientemente de los “detalles” que son muchos, el espacio está bonito, limpio, seguro. Hay gente de la zona practicando yoga, grupos de Boy Scouts, niños practicando artes marciales, parejas de enamorados, policías, obreros trabajando…y nosotros, tomando fotos a diestra y siniestra, fascinados. El espacio está vivo.

Plaza Teresa Carreño

Surge en nuestro recorrido un busto de Teresa Carreño, y luego otro, pero ahora de Miguel de Cervantes Saavedra, y nos comentan que el personaje literario de “Don Quijote” posiblemente fue inspirado por un hecho histórico de la Caracas colonial, y el cual se presume, llegó a oídos de “El manco de Lepanto”:

Cuenta la leyenda, que en 1595 el corsario inglés Amyas Preston atacó la ciudad de Santiago de León de Caracas,  y burlando este a las autoridades españolas que lo esperaban por un camino, él entró por otro, encontrando a la ciudad indefensa. Atacó y saqueó sin piedad generando el terror popular, hasta que surgió un hombre que en solitario, a caballo y con armadura, se le enfrentó, dando de baja a gran cantidad de los bandidos. Finalmente lo mataron, para descubrir al quitarle la armadura que era un muy delgado anciano: Don Alonso Andrea de Ledezma… ¿Alonso Quijano? Quizá, pero en cualquier caso, un aplauso por el valiente Don Alonso Andrea de Ledezma.


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Cerca de ese lugar, se encuentra la capilla de Nuestra Señora de Lourdes, construida en tiempos del crespismo en 1885. Desde allí pudimos divisar otro templo, la iglesia del Perpetuo Socorro de Paguita, edificada unos años antes durante el guzmanato y así limar asperezas con la Iglesia Católica por haber sustituido la capilla de Nuestra Señora de Valvanera por el acueducto Guzmán Blanco. Actualmente, la capilla de Lourdes está cerrada pero por fuera se ve bastante recuperada.

Seguimos subiendo y aparece el hermosísimo caparazón de un antiguo reloj público, uno de los dos sobrevivientes de un total de doce, que en su momento el general Joaquín Crespo mandó a colocar en diversas partes de la ciudad. Su diseño lleno de detalles lo convierte en una pieza de arte muy especial, más allá de no tener el mecanismo del reloj y las piedras preciosas causantes de haber sido desvalijado otrora.

Estanque del antiguo Acueducto "Guzmán Blanco"

Más adelante, un romántico gazebo de madera que en su momento sirvió de marco para la venta de flores cerca de la casa natal de Bolívar, sirve de preámbulo para que las historias de un acueducto con aguas del río Macarao, se conviertan en una realidad ante la imagen de una fachada de sobrias pilastras con capitel sencillo, actualmente en evidente proceso de restauración. ¿Un acueducto? ¡Pues sí: desde el 28 de octubre de 1874! ¡Y todavía en el 2022, seguimos con problemas de agua! Ese acueducto, además de traer agua y salud a la ciudad capital, serviría para regar los jardines de El Calvario.

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Tras una zona plana llena de bancos de concreto, una pileta de agua termina siendo referencia a la visita en 1917 de la mundialmente aclamada bailarina de ballet, Anna Pavlova. En homenaje a la ilustre visitante, “El Benemérito” mandó a colocar allí un grupo de cisnes, en clara alusión a la icónica interpretación que la rusa hacía de “La muerte del cisne”. Vale la pena destacar dos cosas: Primero, la visita de esta bailarina es considerada por muchos el inicio de la danza en Venezuela. Segundo, nadie sabe qué pasó después con los cisnes.

El Arco de La Federación

No sé si originalmente el Arco de la Federación estuvo pintado o no, pero lo cierto es que ahora lo está.  Más allá de observaciones técnicas, artísticas o históricas, igual es un monumento hermoso. Verlo da una impresión de grandiosidad, de heroísmo muy especial. En tiempos del guzmanato estaba previsto construirse tres arcos (dos por la Independencia, y el tercero por la Federación), pero finalmente sólo con Crespo se construyó este completamente. Fácilmente pude haberme quedado allí admirándolo y tomándole fotos (aunque por ser ya casi mediodía, el inclemente sol no colaboraba), pero había que seguir el recorrido.

Los Secretos de Caño Amarillo

Si bien en la actualidad es una zona popular bastante deteriorada, a mediados y finales del siglo XIX, Caño Amarillo era una zona próspera de Caracas. Allí estaba la estación terminal de los ferrocarriles que nos comunicaban uno con La Guaira, y el otro con Valencia. Era un centro de mucha actividad comercial, con baños terapéuticos y posadas de buen nivel. De eso queda poco y en mal estado, y no solamente por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento, sino hasta por los terribles daños producidos durante el caracazo; pero hay una isla en medio de ese lamentable panorama: la Villa Santa Inés, casa de residencia y despacho presidencial del general Joaquín Crespo.

Construida en 1885, marcó un antes y un después en la arquitectura caraqueña y en el buen vivir de la aristocracia criolla. Aunque fue residencia de la familia Crespo y llegó a utilizarse como despacho de la presidencia, actualmente no está ambientada como tal. La viuda de Crespo vendió los muebles, y luego la villa a la Compañía del Gran Ferrocarril de Venezuela, quienes la usaron por casi cuatro décadas como oficina, para luego y por carambola, terminar convirtiéndose en propiedad del Estado venezolano.

Aún sin mobiliario original, sus fachadas con capiteles y mascarones, sus jardines con ánforas, sus puertas y techos labrados en madera, así como sus baldosas de complejos diseños, le otorgan a esta villa una energía muy superior a la de la historia que le ha tocado enfrentar, y se muestra digna en medio de un maremágnum de buhoneros, talleres mecánicos y mucho ruido.

En 1970 esta edificación fue declarada Monumento Histórico Nacional y luego de un importante proyecto de restauración, en 1994, sirve como sede hasta nuestros días del Instituto del Patrimonio Cultural (IPC). Fuimos muy privilegiados de poder ingresa a Villa Santa Inés, pues actualmente se encuentra cerrada al público.

Personalmente, al final, me queda una sensación de satisfacción, de haber conocido tanto. Tardé mucho en subir esos 98 escalones. Una “escalada urbana” que bien vale su esfuerzo.

Foto Grupal | Andrés Lapadula @ lapaphoto
Esta crónica refleja la experiencia [Los Secretos de Caño Amarillo], un recorrido diseñado por [CCSen365] y Rodrigo Capriles, y contó con la colaboración del Instituto del Patrimonio Cultural.
Autores:

Ángel

Crónista Urbano

Ivonne

Fotógrafa Urbana

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