La Quinta de Anauco fue construida a finales del siglo XVIII por Juan Javier Mijares de Solórzano [1739-1812] como casa de estancia en las riberas del río Anauco, y era conocida entonces como la Casa de Solórzano. Después de su muerte, pasó a manos de su viuda, Gerónima de Tovar [1763-¿?] y posteriormente a su hijo. Miguel Mariano Mijares [1790-1869], quien a raíz de los acontecimientos políticos de 1821 tuvo que huir a Curazao y todos sus bienes, entre los que se encontraba esta casa, fueron confiscados por el gobierno patriota.
En los documentos del expediente de embargo el alarife encargado menciona la existencia de un jardín, que fue tasado en 104 pesos. Para entonces la palabra jardín remitía necesariamente a un espacio sembrado con plantas ornamentales dispuestas en forma geométrica, como aquel que visitó Louis Alexander Berthier [1753-1815] durante su visita a Caracas en 1783, o como los de la Casa del Real Amparo, construidos por el Intendente Francisco de Saavedra a partir de 1786 y representados por Francois Depons [1751-1812] en el plano que hiciera de la ciudad de Caracas en 1801. Estos últimos, además, estaban a muy poca distancia de la actual Quinta de Anauco.
En 1826 la casa fue rentada y luego adquirida por Francisco Rodríguez del Toro e Ibarra [1761-1851], cuarto y último Marqués del Toro, y durante los veinticinco años que la ocupó se debieron realizar mejoras importantes al jardín, acordes con el lujo desplegado en el interior de la casa, convirtiéndolo en el marco escenográfico idóneo para el desarrollo de la activa vida social que allí se desarrollaba.
En 1860 la propiedad fue vendida a Domingo Eraso y permaneció en posesión de esa familia hasta 1958, cuando fue donada para convertirla en sede del Museo de Arte Colonial. Fue entonces cuando el equipo encargado de su restauración y adecuación encabezado por Carlos Manuel Moller hizo el trazado actual del jardín, dispuesto en forma geométrica y articulado espacialmente a la casa.
Para la década de 1990 los jardines de la Quinta de Anauco mostraban los embates del tiempo, y de las buenas intenciones de los encargados de su mantenimiento, que durante 30 años habían ido sembrando plantas inadecuadas de forma arbitraria, ocasionando que en muchos casos éstas llegaran a representar una seria amenaza a la estructura de la casa. En vista de esa situación, en 1994 fui convocado a participar, junto a un equipo interdisciplinar, en un proyecto para su recuperación.
Inicialmente se hizo una investigación histórica y un diagnóstico del estado de los jardines, y al cruzar el resultado de esos estudios preliminares comenzó a delinearse el alcance y las características que debía tener la intervención: el problema fundamental no era su trazado, que correspondía con las referencias históricas de la casa y de otras edificaciones similares, sino la disposición de la vegetación en el conjunto que no respondía a criterio de diseño alguno y por tanto le confería al lugar un aspecto de abandono. Por tanto el proyecto se centró en el diseño de los parterres así como en la selección de las especies vegetales a utilizar. Para ello, el experto en botánica histórica, Henry Debrot, hizo una lista de especies botánicas citadas en documentos antiguos, descripciones de viajeros y fuentes bibliográficas como ornamentales en los jardines de Caracas durante el siglo XVIII y principios del XIX.
Aunque el proyecto se culminó en 1994, la falta de recursos económicos retardó su inicio hasta el año 2007, cuando un inesperado aporte hizo posible la implementación de una parte del proyecto, en los jardines más próximos a la casa. Desde entonces todos los esfuerzos están dirigidos a mantener, a duras penas, lo que se ha logrado con tanto esfuerzo, pero con la certeza de que la Quinta de Anauco, que sobrevivió a tantas crisis políticas, sociales, naturales y económicas a lo largo de su historia, sobrevivirá también a la que atraviesa actualmente el país.
[CRÉDITOS] :
Investigación y textos: José Enrique Blondet
Registros fotográficos: Gregorio Carrillo @gcm_fotografia y José Enrique Blondet